Los acontecimientos de nuestra era, que se suceden unos tras otros, nos demuestran que estamos asistiendo a una serie de cambios sin precedentes en todas las esferas.
Los acontecimientos de nuestra era, que se suceden unos tras otros, nos demuestran que estamos asistiendo a una serie de cambios sin precedentes en todas las esferas. Quizás sea el momento para guardar un respetuoso silencio para reelaborar el marco de nuestra comprensión del mundo.
Simultáneamente se desenvuelven procesos de los que no teníamos una experiencia registrada. La inteligencia artificial muestra resultados sorprendentes cada día, a tal extremo que, al parecer, en poco tiempo, podríamos ver que de ella emerge algún tipo de “conciencia”. Esta posibilidad impensada hace unas décadas, pero hay claros indicios que ello pueda ocurrir en un horizonte próximo. Cuando ello suceda, asistiremos a un cambio notable en nuestra relación con la sociedad, con el otro y con la naturaleza.
Asimismo, la exploración espacial comienza a tener objetivos económicos, que generará una serie de consecuencias geopolíticas y geoeconómicas, proporcionando un enorme poder a quienes lideren estas actividades; naciones y corporaciones que se verán beneficiadas por estos logros en un largo plazo, movilizando a una serie de nuevas industrias tecnológicas, que irán ampliando la dimensión productiva del conocimiento.
De igual modo, los avances biotecnológicos, nos permiten vislumbrar que estamos en el umbral de superar varias limitaciones impuestas por la evolución biológica, prolongando nuestra existencia física más allá de lo que se había supuesto. Esto es perturbador en muchos sentidos. Pues, los que tengan acceso a la tecnología de rejuvenecimiento celular podrán ampliar sus vidas indefinidamente. Están a la vista nuevas diferenciaciones entre los seres humanos.
También asistimos a un proceso de cambio notable en la distribución del poder global, pasando de un mundo unipolar a otro multipolar. Al parecer ya no hay hegemonías evidentes, si no grupos nacionales y corporativos que forman bloques con fines contrarios. De ahí que esta fase de la globalización sea más compleja de lo que se cree.
Se observa que las formas de gobierno republicanas, de talante democrático, experimentan una crisis de representación debido a la implosión de las diversidades y de las identidades, las mismas que socaban lentamente la continuidad de los estados nacionales. Eso lleva al surgir masivo de los populismos de diverso tipo, erosionando severamente la credibilidad de la democracia. La crisis de la democracia, en un escenario multicausal, podría ser terminal.
Junto a todo ello, observamos que emergen nuevos hábitos, sostenidos sobre valores que van mutando de significado según las nuevas prácticas. Ello y mucho más, está ocurriendo simultáneamente junto a los eventos que hemos descrito en párrafos anteriores.
¿Qué hacer? Quizás sea un tiempo para escuchar en silencio. Observar con detenimiento esta época extraña y desmesurada. Y admitir que lo que experimentamos está más allá de lo que podemos abarcar con los conceptos que hemos acumulado. Esta “escena contemporánea” nos obliga a un silencio obligado, respetuoso y responsable, sobre todo para ponderar la magnitud de lo que estamos viviendo. Por otro lado, recordemos que no somos la primera generación humana que experimenta el fin de una era y el comienzo de otra.
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Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM