Cuando se quiere estudiar un tema tan apasionante e importante como la libertad política, una referencia bibliográfica casi obligada es la obra de Isaiah Berlín, ya sea por su manifiesta erudición académica como por su ponderación reflexiva. Este 2022 se conmemora veinticinco años de su muerte. Sirva este espacio para recordarlo.
La magnitud de los aportes intelectuales de Isaiah Berlín (1909-1997) se pueden sintetizar del siguiente modo. Antes de él, la mayoría de pensadores y de publicistas liberales consideraban que la libertad “liberal” poseía una dimensión universal, es decir, podría ser admitida por cualquier tradición cultural y política y, por lo tanto, era evidente en sí misma. Esa versión del liberalismo dejaba de lado una cuestión esencial: desconocía su propia historia y desconocía el diálogo conflictivo que el liberalismo había tenido con diferentes movimientos políticos y culturales desde sus orígenes. De modo que la contribución de Berlín fue fundamental al momento de descubrir la historicidad del liberalismo.
Centrando su investigación en la historia de las ideas, el intelectual letón logró establecer algo central: los valores liberales estaban sometidos a una constate tensión con sus fundamentos, muchos de los cuales sometidos al constante escrutinio de sus oponentes. De modo que la misma libertad moderna era una construcción frágil. Es decir, así como había surgido fruto de un debate intelectual al interior de la vida política europea, era posible que también desaparezca por razones políticas e intelectuales. En la disputa de los siglos XVIII y XIX, no sólo la Ilustración había tenido un papel primordial en la edificación de los valores y prácticas liberales. También el romanticismo, el conservadurismo y el socialismo habían ejercido diversas formas de influencia o de presión crítica.
La conciencia de la fragilidad de la libertad llevó a Berlín a plantear varias formas prácticas e intelectuales de defenderla. La primera, alertando del peligro de la “libertad positiva”, la libertad grupal, sobre la “libertad negativa”, ésta última garante de las libertades personales. Y, la segunda, argumentando a favor sobre algo que es propio de las sociedades humanas: la existencia de una pluralidad de valores que motivan la vida de las personas. Al reconocer la diversidad de valores, se estaba reconociendo la imposibilidad de que existen respuestas únicas a las grandes interrogantes de la vida y de la sociedad. De modo que el reconocimiento del pluralismo era, en el fondo, una manera de defender a la “libertad negativa”. Nadie está obligado a asumir mis valores como suyos. Tampoco nadie me debe exigir a asumir sus valores como míos. Lejos de una perspectiva relativista, Berlín consideraba que el pluralismo ético era la garantía, el marco integral y “objetivo”, que permitía la existencia de las prácticas democráticas y sus instituciones.
Poseedor de una vasta cultura humanística, en sus escritos se puede ubicar el conocimiento exhaustivo que tuvo de varios pensadores, escritores y políticos. No sólo de Marx a quien le consagró una monumental biografía. También de autores como Vico, Herder, Hamann, Montaigne, Mill, Smith, Rousseau, De Maistre, Constant y un largo etcétera. Asimismo, de un detallado conocimiento de la Ilustración y del Romanticismo.
Para terminar, permítaseme citar a Isaiah Berlín a modo de enseñanza para nuestro contexto: “El grado de libertad que goce un hombre, o un pueblo, para elegir vivir como quiera tiene que estar medido por contraste con lo que pretendan significar otros valores, de los cuales quizá sean los ejemplos más evidentes la igualdad, la justicia, la felicidad, la seguridad o el orden público. Por esta razón la libertad no puede ser ilimitada. R. H. Tawney nos recuerda acertadamente que hay que restringir la libertad del fuerte, sea su fuerza física o económica. Esta máxima pide respeto no como consecuencia de alguna norma a priori por la que el respeto por la libertad de un hombre implique lógicamente el respeto de la libertad de otros que son como él, sino simplemente porque el respeto por los principios de la justicia, o la deshonra que lleva consigo tratar a la gente de manera muy desigual, son tan básicos en los hombres como el deseo de libertad”. (Dos conceptos de libertad, 1958)
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Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM