Si bien las familias asumimos en primera instancia el cuidado, atención y protección de nuestras niñas y niños, no todas están en condiciones de hacerlo y por ende corresponde al estado peruano actuar para que nuestras infancias puedan vivir con dignidad.
En el año hay tres fechas conmemorativas para las niñas y los niños, el segundo domingo de abril, el tercer domingo de agosto y a nivel mundial el 20 de noviembre. El sentido de estas fechas es recordarnos que son sujetos sociales y políticos, que tienen derechos y que su existencia es importante para la humanidad.
Está quedando en el pasado la idea que la niñez es solo una etapa de vida de la cual tienen que encargarse las familias para que se desarrollen saludablemente y se dediquen a estudiar, jugar y obedecer. Las niñas, niños y adolescentes (estos últimos comprendidos normativamente en el término genérico “niño”) son actores sociales y cada cual en sus procesos de maduración y de acuerdo a las condiciones sociales y culturales en las que viven tendrán un lugar diferente en sus familias, comunidades, organizaciones, instituciones y colectividades en general. Desde esta perspectiva hablamos de infancias (así en plural) para reconocer que, si bien la edad es un marcador de dicha madurez solo es referencial.
La importancia y pertinencia de la categoría infancia desde las ciencias sociales reside en que la sociedad y los estados puedan asumir su responsabilidad para con estas poblaciones en sus particularidades, en especial cuando sus circunstancias o condiciones de vida los colocan en riesgo o vulneran sus derechos: Infancia que trabaja, en orfandad, en calle, con discapacidad, institucionalizada, víctima de trata de personas, en conflicto armado, en explotación, etc. Si bien las familias asumimos en primera instancia el cuidado, atención y protección de nuestras niñas y niños, no todas están en condiciones de hacerlo y por ende corresponde al estado peruano como firmante de la Convención sobre los Derechos del Niño y bajo el Código de los Niños y Adolescentes actuar bajo estos 4 principios: No Discriminación, Interés Superior del Niño, Supervivencia y Desarrollo, y la Participación.
El principio de la participación es fundamental y como sociedad avanzamos en reconocer la importancia de su opinión, de su presencia en los espacios públicos, de sus organizaciones y de sus aportes en el hogar, el barrio y la comunidad, en la medida que toda situación o hecho les incumbe y afecta. Es de tal relevancia que el Comité Internacional de Derechos del Niño lo ha considerado un “derecho llave” porque permite a las mismas niñas, niños y adolescentes declarar qué les afecta y preocupa, en qué medida se cumplen sus derechos y demandar la acción familiar, comunal o estatal.
Celebremos la vida de las niñas, niños y adolescentes este domingo y todos los días posibles, y no necesariamente con regalos y paseos como lo impone el mercado, sino compartiendo lo que tengamos y expresándoles lo mucho que los amamos. Que sea la oportunidad para incluir en nuestros intereses y expresar nuestra indignación por aquellas infancias que carecen de oportunidades para gozar y vivir con dignidad, y que prime el sentimiento de justicia antes que la conmiseración que no restituye derechos y se evapora al día siguiente.
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Sobre el autor:
Rossana Mendoza Zapata
Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya