Estamos sumergidos en un bucle de esperanza y decepción de la esperanza. Sin embargo, nos encontramos mejor que antes gracias a la vacunación. Son tiempos para definir estrategias que nos ayuden a estar mejor.
Como adultos y como padres de familia, estamos agotados y muchos nos hemos sentido casi derrotados incluso antes de la aparición de la variante Ómicron. Luego de intensos y prolongados meses de constante capacidad de adaptación a las medidas y medios de sobrevivencia, una vez más aparece una variante, solo que esta vez se presenta como la más transmisible. Es feroz con los no vacunados, sin embargo es llevadera y transitoria con las personas protegidas con la vacuna de refuerzo, en su gran mayoría. Hasta el momento las cifras siguen en aumento. Esta es la realidad sanitaria de nuestro país. Vayamos un poquito más allá, observemos las tasas realmente altas de problemas de salud mental en todos los ámbitos. Las madres y los padres se sienten abrumados y estresados, muchos con depresión y sin esperanza. Nuestros problemas emocionales están calando profundamente en nuestros hábitos y los están trastornando hacia una toxicidad peligrosa.
Sin embargo, según la tendencia que ha mantenido el virus, logro visualizar el horizonte como una lenta superación del agotamiento. Nos esperan días, tras la tercera ola, de relativo descanso y recarga de energías, algo así como un recreo emocional. Aquí de lo que se trata es de encontrar alternativas para empujar con plena confianza el retorno escolar, por ejemplo. Esta tercera ola encuentra a la población peruana y, sobre todo, a los niños y niñas en un periodo “vacacional”, en donde el contacto constante no existe a no ser que ocurra en alguna reunión, establecimiento, centro comercial, etc. Usemos este periodo como un tiempo prudente de formulación de estrategias, ya que la situación no será diferente en términos generales de aquí a dos meses. Es decir, una vez en clases regulares puede surgir otra variante con alta capacidad de trasmisión que provocará confinamiento en los niños debido a los contagios y nuevamente una situación compleja de readaptación y acostumbramiento. Sin embargo, nada funcionaría si es que seguimos cayendo en los mismos errores de aglutinamiento, no sirve de nada impulsar la presencialidad escolar si es que en casa se sigue promoviendo el contagio por medio de actividades prescindibles como una fiesta o ir al centro comercial agolpado de gente.
Estamos sumergidos en un bucle de esperanza y decepción de la esperanza, una continuidad que mueve a la humanidad a una suerte de desequilibrio emocional. Qué difícil es ser padre cuando tienes que tomar decisiones, cuando te encuentras afligida o afligido por las decisiones que tomas para mantener a tu familia y comunidad seguras. Y no hay que dirigir el tono de estas palabras a una malinterpretación. Nos encontramos mucho mejor que antes, la vacunación avanza a un buen ritmo y la vacunación pediátrica es absolutamente alentadora. Estos acontecimientos deberían de servir para consolidar nuestros itinerarios y decir concretamente “esto es lo que tenemos que hacer” para estar aún mejor.
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Sobre el autor:
Soledad Escalante
Docente principal de la Facultad de Filosofía, Educación y Ciencias Humanasen la Universidad Antonio Ruiz de Montoya