A través de los años el sistema educativo e informativo peruano ha difundido los eventos del encuentro ocurrido en Cajamarca entre los andinos y los españoles conquistadores a partir de la interpretación de los documentos escritos por estos últimos. Así, hemos construido nuestra identidad histórica limitándonos a las experiencias, las expectativas, los miedos y los intereses de una sola de las facciones que participaron en este encuentro.
En el imaginario popular sabemos que el dominico Fray Vicente de Valverde entregó una biblia a Atahualpa luego de leer el Requerimiento, es decir, el protocolo de conquista donde se solicitaba a las poblaciones indígenas “encontradas” aceptar al Dios católico como único y ser súbditos de los reyes de España. Se dice que Atahualpa habría recibido la biblia y, debido a que rechazó esta oferta, la tiró al suelo. Pretexto con el que se inicia la captura del Inca, la masacre de su séquito que lo acompañaba y el inicio de la guerra de conquista.
¿Pero podemos conocer otros puntos de vista? ¿tenemos evidencias que nos permitan entender las experiencias, las expectativas, los miedos o los intereses de los andinos (fueran incas o de otras etnias)?
En base a relecturas del texto de memorias que encargó escribir el Inca Titu Cusi Yupanqui, hijo de Manco Inca y el tercero de los Incas rebeldes, se ha reflexionado sobre los eventos que ocurrieron un día antes de la captura de Atahualpa. Francisco Pizarro envió a una comitiva a entrevistarse y recolectar información sobre el número de soldados y las armas con las que contaba el Inca. Cuando llegaron los enviados, Atahualpa les ofreció brindar en unas aquilla (vasos de metales). Cusi Yupanqui narra que los españoles rechazaron el brindis con el Inca y este acto sería incluso más agraviante que el desprecio a la biblia de Valverde ya que los vasallos españoles estaban despreciando al mismo hijo del sol.
Otra posibilidad de acceder a visiones indígenas sobre estos eventos, la encontramos en una cerámica. Entre los años 2008 y 2009, el arqueólogo Javier Fonseca Santa Cruz excavó en el sitio de Espíritu Pampa, donde se asentaron los incas rebeldes, ubicado en el actual distrito de Vilcabamba, los restos de una vasija de cerámica que representa una crónica visual indígena de la conquista. En esta compleja escena se representan dos españoles sobre caballos que llevan armas hispanas: una espada y un papel escrito. Se enfrentan a ellos otros indígenas con arcos y flechas, probablemente representando a las armas utilizadas por los indígenas de la Amazonía, pero también hay guerreros del Chinchaysuyo y del Cuntisuyo y, representaciones andinas del inicio de una nueva época, como el arcoíris acompañado de serpientes o amarus.
Estas relecturas de los eventos narradas por los otros participantes de nuestra historia son importantes de buscarlas e integrarlas al sistema educativo para (re)construir una visión histórica con múltiples puntos de vista, sentimientos e intereses y, nos abran profundos y significativos entendimientos sobre la complejidad de nuestra identidad.
Algunos años luego, entendemos que Manco Inca, hermanastro de Huascar y Atahualpa, al ser nombrado como inca y sentirse traicionado por los españoles, se rebeló e inició la reconquista de las ciudades de Cusco y Lima, librando épicas batallas en Sacasayhuamán (Cusco) y Puruchuco (Lima) entre 1536 y 1537. Luego de ser derrotado en su campaña militar, Manco Inca estableció su base de operaciones en la región de Vilcabamba, en la actual región de La Convención. Una resistencia que fue liderada por otros tres incas sucesores que duró casi 40 años.
Artículo publicado en La República el 13/10/2021
Sobre el autor:
Sofía Chacaltana Cortez