En la mar de fechas conmemorativas y relevantes de los últimos años, nos pasó desapercibido el medio siglo de la muerte del gran Karl Lowith, filósofo, historiador y teólogo alemán, poseedor de una amplia y variada bibliografía que merece ser redescubierta por el lector actual. Sirva este espacio para recomendar su renovada lectura.
Karl Löwith (1897-1973), pensador judío alemán, fue, sin duda, uno de los autores más significativos de la importante intersección disciplinaria entre filosofía e historia, cuya resonancia más evidente fue su interés por la teología. De ahí que su visión filosófica de la historia, este dominada por la dimensión escatológica de la misma. Discípulo de Martin Heidegger en Friburgo, se formó en la perspectiva critica de su maestro frente a la metafísica tradicional. Y, luego, se distanció del mismo, llegando a la conclusión de que una de las consecuencias del pensamiento heideggeriano en la lectura de la historia, era su proclividad al relativismo.
Löwith argumentó que la filosofía de Heidegger, a pesar de su pretensión de superar la metafísica tradicional, en realidad profundizaba en el nihilismo, tanto en el ámbito epistemológico como ético. Según el filósofo de la historia, Heidegger, al negar la posibilidad de un fundamento absoluto para el ser, contribuía a un desencanto generalizado y a una pérdida de sentido en la modernidad. Asimismo, Löwith cuestionó la centralidad que Heidegger otorgaba al lenguaje en su análisis del ser. Si bien reconoció la importancia del lenguaje, Löwith creía que Heidegger subestimaba el papel de otros factores, como la experiencia y la cultura, en la configuración de nuestra comprensión del mundo.
Una vez establecida la distancia con la obra de Heidegger, Lowith centró su crítica contra el historicismo, pues consideraba que reducir todos los procesos de la cultura al plano de la historicidad, nos conduciría a un relativismo absoluto, donde todas las verdades y valores fueran considerados productos de su contexto histórico y, por lo tanto, relativos. Esto, según él, debilitaba la posibilidad de un conocimiento objetivo y universal. Al centrarse en lo histórico y temporal, el historicismo corría el riesgo de descuidar la dimensión trascendente del ser humano, es decir, su capacidad de trascender a su propia historicidad y buscar un sentido más profundo de la existencia. En el plano ético, quizás el riesgo más notorio del historicismo -según Löwith-, era la posibilidad de que el mismo se convierta en una ideología, que podía ser utilizada para justificar diferentes proyectos políticos, incluyendo aquellos totalitarios. El historicismo, al otorgar un papel central a la historización, podía ser instrumentalizado para legitimar determinadas interpretaciones del pasado y para construir visiones teleológicas del futuro.
Frente al historicismo, Löwith proponía una filosofía que combinara la conciencia histórica con una perspectiva trascendente. Para él, era necesario reconocer la importancia de la historia sin caer en un relativismo absoluto. Así, buscaba una síntesis entre la historia y la filosofía, entre lo temporal y lo eterno. En ese sentido, en una de sus obras más célebres, Historia del mundo y salvación: los presupuestos teológicos de la filosofía de la historia (1949), el autor nos invita a una profunda reflexión sobre la filosofía de la historia y sus raíces teológicas. A través de un análisis minucioso, Löwith revela cómo la concepción lineal y progresiva de la historia, tan arraigada en el pensamiento occidental, está íntimamente ligada a presupuestos teológicos que, en muchos casos, han sido ignorados o negados. De ahí que Löwith argumentaba que el proceso de secularización, característico de la modernidad, ha llevado a una crisis profunda en la filosofía de la historia. Al perder su fundamento teológico, la historia ha quedado desprovista de sentido y propósito. La idea de progreso, que había sido impulsada por la fe en un futuro mesiánico, se ha convertido en una mera ilusión.
He aquí un punto central de la obra de Lowith: la secularización. Para el filósofo alemán, la secularización no es simplemente la separación de la Iglesia y el Estado, sino un fenómeno más profundo que implica la transformación radical de la concepción del tiempo, del espacio y del ser humano. Por ello Löwith sostiene que la filosofía de la historia moderna surge como una secularización de la escatología cristiana. Es decir, la esperanza en un fin de los tiempos y en una salvación trascendente, que era característica del pensamiento religioso, se traslada al ámbito de la historia. La historia misma se convierte en el escenario de la salvación, y el progreso histórico sustituye a la salvación escatológica.
Autor de una importante actualidad, se destacan en su bibliografía, Max Weber y Karl Marx, El hombre en el centro de la historia: balance filosófico del siglo XX, De Hegel a Nietzsche. La quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo XIX, etc. En síntesis, un pensador que debe ser redescubierto.
Sobre el autor:
Ricardo L. Falla Carrillo
Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la UARM