Franklin Cornejo Director de la Escuela de Periodismo, Universidad Antonio Ruiz de Montoya en el Congreso de Periodismo en el siglo XXI en la Universidad de Ayacucho.
En la actual era de la información los medios se han convertido en potentes canales por donde fluyen sentidos y significados en audio e imagen. El género de muchos medios es el testimonio: vemos actores y ciudadanos bajo diferentes roles y circunstancias narrando la vida y representándola en ficciones (telenovelas, videos, filmes), programas de noticias entre otros formatos. Por otro lado, hay muchos jóvenes interconectados en las redes sociales, que nos indican la necesidad de comunicar. Pero muchas veces lo que logran los medios con la tele-transmisión de sentidos y significados no se da en la realidad; es decir, el encuentro con interlocutores válidos, personas representativas que nos permitan abrir la mente, el corazón y el espíritu para renovar las fuerzas.
Es por eso que la comunicación, cuya raíz etimológica es communicare, es decir “poner en común y compartir algo”, nos remite a personas más que a medios, a personas que se convierten en facilitadores de procesos para el bienestar, el desarrollo y la paz; esos procesos son parte de nuestro tejido social. En cualquier parte del mundo las personas y sus instituciones buscan estos valores, los defienden y luchan para alcanzarlos o mantenerlos.
El valor humano de la comunicación es la lección que nos ha dejado Jesús, “El Maestro”, como lo llamaban sus discípulos y seguidores, que ponía en común y compartía la fe, la esperanza y la posibilidad del perdón; el Papa Francisco parece inspirarse en el Jesús comunicador, el que comparte la posibilidad de una comunidad más humana y acogedora. Jesús es el comunicador valiente que habla, predica y escucha. Es un comunicador público, pero se proyecta en privado con sus seguidores para salir a las plazas públicas. No se encierra en su casa, ni en el templo. Sale a caminar al encuentro con la realidad, habla con la gente. El ejemplo de Jesús nos recuerda que la comunicación es pública, y que va de una vida privada a una esfera pública. Sus discípulos narran en la Biblia que él estaba en medio de dos personas o más pescando, comiendo, escuchando, caminando en Emaús, orando, perdonando, riendo. Jesús comunicó con los medios más humanos que tenemos todos: la palabra y la experiencia de vida.
Comunicar del centro a la periferia (descentralizar), comunicar de la teoría a la práctica, del yo al tú, desde uno hacia los otros; es una enseñanza, un método, una pedagogía, parte de una cultura, un gesto. Significa sentirnos, o en todo caso aspirar a ser parte de una comunidad de personas comunicadas, personas capaces de reconocer a los otros en un sentido de ciudadanía.
En el mundo contradictorio y poco ético en el que vivimos, donde hay pugnas entre la cultura de las personas y las dinámicas del mercado, necesitamos mediadores, y el Papa Francisco parece encarnar esa mediación necesaria entre la gente, Dios y la búsqueda de un sentido de vida posible. El Papa Francisco parece haber entendido, también, que el objetivo de la comunicación es la participación.
Franklin Cornejo Urbina
Director de la Escuela de Periodismo, Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Fuente: Columna "La Periferia es el centro", diario La Repúlica: bit.ly/1k9yNX2