El P. José María Guibert SJ, rector de la Universidad de Deusto (España), estuvo en Perú y brindó la Conferencia: "El liderazgo ignaciano en las obras jesuitas", organizada por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM) el jueves 10 de noviembre, en el Teatrín de la Parroquia de Andahuaylillas, Cusco. Compartió alcances sobre la importancia del liderazgo ignaciano en las obras de la Compañía de Jesús y brindó detalles acerca de las capacidades que demanda ser un líder ignaciano, el cual, lejos de la fría gestión técnica de instituciones tiene que ver con cualidades personales y el trabajo corporativo que contribuyen a la sostenibilidad de las instituciones que enfrentan cada vez contextos más complejos.
Tal como lo explicó el P. José María Guibert SJ, el liderazgo de una obra jesuita depende del compromiso con la misión y puede ser ejercido por jesuitas o por otros. Dichos directivos deben estar comprometidos con la misión de la Compañía de Jesús, aunque pertenezcan a tradiciones espirituales o religiosas distintas. De hecho, una obra puede ser llamada ignaciana siempre que actúe de una manera que sea la característica del carisma ignaciano: cuando intencionalmente busque a Dios en todas las cosas; cuando practique el discernimiento ignaciano; cuando se acerque a la realidad a través de un cuidadoso análisis del contexto, en diálogo con la experiencia, evaluado a través de reflexión, orientado a la acción, y abierto siempre a la evaluación.
Un líder ignaciano se conoce a sí mismo, está en contacto con su vida interior, se valora adecuadamente, vive con confianza y busca en su vida interior la motivación para la tarea de liderazgo. También se autorregula adecuadamente, es decir, gestiona y encauza con serenidad sus emociones. Además, entiende su rol directivo como una misión de servicio y entiende el dinamismo de Dios en su vida, ha realizado los Ejercicios Espirituales de san Ignacio o desde otras opciones religiosas o agnósticas busca formas de colaboración para una misión común. Cuida de las personas promoviendo su desarrollo integral y su incorporación a la misión de la institución en la que trabaja.
El perfil de un líder ignaciano se caracteriza también por delegar responsabilidades, maneja metodologías participativas (como la deliberación en común) y cuida de la selección y formación de las personas. También fomenta la creación de una comunidad plural de personas, donde los creyentes hacen expresión de su fe y respetan las ideas de quienes no las comparten. Analiza el contexto críticamente, desde los excluidos, en especial el ámbito donde se desarrolla la actividad de la obra, impulsando proyectos de superación de los problemas sociales de inequidad, pobreza, exclusión y ecología.