José Koechlin
Desde hace algunos años observamos a personas haitianas recorriendo distintos rincones de América Latina en busca de un lugar donde poder detener la marcha e iniciar un nuevo proyecto de vida. Brasil, México, Argentina, Ecuador, Perú y Chile son sólo algunos de los innumerables destinos que aparecen en el horizonte de los cientos de miles de personas que buscan una posibilidad, una alternativa a la ausencia de perspectivas de desarrollo que ofrece un país castigado por una historia de colonialismo e intervencionismo extranjero. Un país donde muchos de sus líderes no supieron o no quisieron tomar decisiones pensando en su pueblo y optaron más bien por aprovecharse de las ventajas otorgadas por su posición de poder. Un país donde los riesgos frente a la inclemencia de la naturaleza se dejan sentir con mucho más fuerza y de forma más devastadora que en otros lugares del
planeta, precisamente porque los riesgos también se experimentan desigualmente en función de los recursos con que cuentan los países para hacer frente a las catástrofes naturales.